El Calafate es una ciudad ubicada en la provincia de Santa Cruz, en la base del Cerro que lleva su nombre. Aproximadamente a unos 80 kilómetros de esta bella ciudad se encuentra el Parque Nacional Los Glaciares, y es por su cercanía con este parque y con los glaciares que en él existen es que lleva un nombre que la caracteriza, y es la “Ciudad Nacional de los Glaciares”. Pero esta bella ciudad tiene una leyenda que explica el por qué de tanta hermosura sin igual.
En esta tierra habitaron los tehuelches, y cuenta la leyenda que cada vez que se aproximaban las frías temperaturas de inviernos, las tribus comenzaban un largo camino hacia el norte, donde las zonas eran más cálidas y se podían mantener las actividades de la caza y la pesca. En uno de esos viajes, una vieja anciana, curandera de la tribu, abrumada por el dolor de sus piernas, y entendiendo la ley de la vida, decide quedarse afrontando la soledad y el frío que durante ese invierno invadiría el lugar. La mujer, llamada Koonex, se quedó en el camino, aceptando que el resto de la tribu siguiera viaje, al igual que cada uno de los seres vivos del lugar emigraban desde allí. Así es como cuenta la leyenda, que pasaron “muchos soles y muchas lunas”, y al comenzar la tan esperada primavera, volvieron los diversos colores, el cálido clima, y con ella las aves como las golondrinas, los chorlos y las cotorras entre otros, dicen que ahí recién era cuando en esta hermosa zona regresaba la vida. Pero es allí, cuando sucede lo inesperado, al volver al sitio donde había quedado la mujer, las bandadas de aves se posan sobre el lugar donde había estado ella, pero ya no era ella, sino un hermoso arbusto de flores perfumadas, que al pasar la primavera y llegando al verano, se transformaron en un hermoso árbol cuyos frutos maduraron en un color azul y morado, de riquísimo sabor, el cual se convirtió en el alimento para el invierno. Es así como la leyenda cuenta que desde aquel día, muchas aves ya no volvieron a emigrar y otras regresaron y nunca más se pudieron alejar. La tribu tehuelche, también probó este fruto, y comprobaron el riquísimo sabor y su valor tan importante, por lo que esparcieron las semillas del mismo por toda la región, adoptándolo para siempre.
El calafate le debe su nombre a este fruto tan importante, fruto el cual es una flor amarilla en primavera, que acompaña el paisaje con su belleza propia, y su aroma exquisito, un fruto único en su especie, el cual le dio vida y nombre a un lugar que estaba poblado en verano y habitaban el lugar, pero en invierno, según cuenta la leyenda, todos, hasta las tribus, emigraban hacia otros sitios, fruto que posee una gran historia, importancia y sobretodo tiene una hermosa leyenda, que de boca en boca sigue siendo contada, es por eso que al día de hoy, todo aquel que conozca el calafate tiene que probarlo, ya que según dicen, todo “el que come Calafate, siempre vuelve”.